Las olas de calor extremo están causando un notable aumento en el desperdicio de alimentos. Este fenómeno es particularmente evidente en regiones como Galicia, donde se estima que durante el verano se desecha un 30% más de alimentos en comparación con el resto del año. Las altas temperaturas provocan que los alimentos se descompongan más rápidamente, lo que lleva a un incremento en la cantidad de desechos orgánicos.
Este desperdicio acelerado tiene varias consecuencias negativas. En primer lugar, al descomponerse, los alimentos generan gases de efecto invernadero como el metano, que contribuyen al calentamiento global. Además, el incremento de desechos orgánicos no solo agrava el problema del cambio climático, sino que también supone una gestión más complicada de los residuos para las autoridades locales y las empresas encargadas de su tratamiento.
Es fundamental tomar medidas para mitigar estos efectos y reducir el desperdicio de alimentos durante las olas de calor. Esto incluye mejorar las infraestructuras de almacenamiento y transporte de alimentos para que puedan resistir mejor las altas temperaturas. Asimismo, es necesario fomentar hábitos de consumo responsables entre la población, como la compra de cantidades adecuadas y el aprovechamiento máximo de los alimentos disponibles, para minimizar el impacto ambiental y económico del desperdicio alimentario.
Los alimentos que más se desperdician son frutas, verduras y hortalizas (en el 50% de los hogares gallegos), seguidos de alimentos cocinados (32%) y carnes (29%). Por el contrario, las conservas (9%), lácteos (16%), pescado (17%) y alimentos congelados son los que menos se desperdician.